jueves, 27 de agosto de 2015

artículo para contrapunto.com (27 08 2015)


BOLÍVAR + MADURO = SANCHO PANZA

Este texto trata de los beneficios que aporta al gobierno bolivariano el tema de la escasez de alimentos; vuelvo a la pirámide de Maslow (el esqueleto de esta serie de artículos). Cito de A theory of human motivation (1943):
“Otra característica peculiar del organismo humano cuando está dominado por una necesidad determinada es que tiende a cambiar su forma de percibir globalmente el futuro. Para nuestro personaje crónica y extremadamente hambriento [el ejemplo que Maslow viene usando en el texto para hablar de las necesidades fisiológicas], la Utopía puede ser definida básicamente como un lugar lleno de comida.
Este personaje tiende a pensar que si únicamente lograra garantizar la alimentación por el resto de sus días sería completamente feliz y no necesitaría nada más. La vida misma tiende a ser definida en términos de nutrición. Todo lo demás será percibido como banal. La libertad, el amor, los sentimientos comunitarios, el respeto, la filosofía, todo esto puede dejarse de lado y ser visto como decorativo porque no sirve para llenar el estómago.”
No es la primera vez que un régimen utiliza el alimento como una herramienta de control sobre la población. “Pan y circo”, decían en la Roma antigua; en la Venezuela actual se trata de hacer circo con el pan.
Los regímenes totalitarios de izquierda “clásicos” (URSS, China, Cuba) han impuesto siempre sistemas de control sobre la producción y la distribución de alimentos. Algunos de los episodios más terribles de la historia contemporánea tienen que ver con este control. La colectivización de la agricultura aplicada en China por Mao Zedong bajo el nombre (que parece irónico) de El Gran Salto Adelante se calcula que provocó tantas muertes como la población venezolana actual. Y Mao Zedong no actuó ingenuamente, algo similar se había hecho ya en la Unión Soviética con resultados catastróficos desde el punto de vista humano (hambruna, represión violenta y esclavitud). Los únicos casos exitosos que conozco de colectivización de la producción agrícola se dan en pequeños grupos (no más de cincuenta personas) bajo modelos de producción pre industriales; pero cuando la colectivización es impuesta por un Estado siempre parece haber llevado a la caída drástica de la producción. Zimbabue y Corea del Norte son dos ejemplos actuales, la crisis alimentaria es tan grave que sin la ayuda internacional la hambruna atacaría a una buena parte de la población de ambos países.
El control de la distribución de alimentos también es típico de los regímenes totalitarios de izquierda. La famosa cartilla o libreta de racionamiento cubana copia lo que se hacía en la Unión Soviética y en prácticamente todos sus satélites (no importa cuán prósperos pudieran haber sido en materia agrícola antes del comunismo). No puede ser coincidencia casual, hay un mensaje claro: las “crisis” que sirven como pretexto al control sobre el alimento son deseadas, buscadas, preparadas, y halladas por regímenes que sacan provecho de ellas.
El primer conjunto de beneficios tiene que ver con el texto de Maslow citado antes: la población se estupidiza. Abrumada por la obtención de productos básicos y por la supervivencia las necesidades más “elevadas” se anulan. ¿Quién se preocupa por los presos políticos cuando un golpe de suerte le ha permitido encontrar pollo para toda la familia?
El trapicheo, el trueque, la producción clandestina, el mercado negro, los “favores” demandados u obtenidos a cambio de comida comienzan a ser parte del paisaje habitual y, progresivamente, se legitiman y se institucionalizan. En el caso de Venezuela ya vemos como un nuevo “oficio” aparece: los bachaqueros y la reventa “ilegal” de un alimento que exige horas de cola y riesgo de violencia para ser obtenido. Provecho para el régimen: la mitad chavista del país puede sacar ingresos extras provenientes de la mitad anti-chavista del país. Si el control de la distribución de alimentos desaparece las ventajas del bachaqueo también.
El segundo conjunto de beneficios que la crisis alimentaria genera al régimen tiene que ver con el circo. Si el gobierno cubano ha tenido durante años la “suerte” de haber estado bajo un bloqueo norteamericano, excusa perfecta para todos los males del país, el régimen bolivariano se esfuerza en crear la ilusión de una conspiración interna e internacional responsable de los problemas domésticos. El tono belicoso del gobierno alimenta la imaginación de una población dominada por la propaganda oficial, vulnerable a ella por su bajo nivel educativo o por creer dogmáticamente en una revolución popular.
Y aquí entra Sancho Panza en la historia: el personaje de Cervantes comienza en el primer libro como la caricatura de un hombre simple dominado por sus necesidades fisiológicas (para hablar con el lenguaje de Maslow); luego, progresivamente, en el segundo libro termina dejándose arrastrar al mundo de fantasía y locura del Quijote. Visto así, Sancho podría ser el modelo del Superhombre Chavista: encerrado en sus necesidades básicas interpreta el mundo que le rodea bajo la esquizofrenia de una Revolución amenazada por gigantes que, en realidad, sólo son molinos de viento. Lo grotesco, en este caso, es que el Quijote no es inocente, ni tampoco inofensivo.




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