martes, 12 de mayo de 2015

Una entrevista III / III



13) Grandes editoriales-editoriales independientes-editoriales cartoneras-editoriales postindustriales-libro impreso-libro electrónico-no libro. Comente.
Segmentos de mercado en el caso de las primeras categorías; formatos de presentación de unos bienes de consumo determinados, en las últimas. En el primer caso no tengo mucho que decir, mientras el mercado pueda fragmentarse y se sostengan los distintos tipos de editores, con sus mecanismos de difusión particulares, bien para todos.
El conflicto principal creo que se da entre libro impreso-libro electrónico-no libro (dejo aparte los libros de arte, de fotografía, de naturaleza, cocina, viajes, infantiles o en general, todos los libros donde la imagen es más importante que el texto: pienso que estos libros todavía tienen unos cuantos años de existencia). Quienes están en situación de peligro son los libros hechos de palabras, fácilmente digitalizables y consumibles en lectoras electrónicas y en tablets. La existencia en formato electrónico desmonta completamente la cadena tradicional de los libros de papel: autor-editor-distribuidor-librero-lector, que en términos económicos significaba 10% (autor) + 30 % (editor) + 30 % (distribuidor) + 30 % (librero) = precio total,  en su fórmula bonita, y acabó siendo 5 % + 20 % + 40 % + 35 % o algo parecido, en muchos casos. Que se desmonte esta distribución de beneficios, la verdad, como escritor, me da absolutamente igual. Total, el 5 o 10 % del precio total del libro era casi un chiste, si uno piensa en el tiempo que se necesita para escribir un libro (entre dos y seis años, normalmente). Pero a las editoriales y a los distribuidores no les hace tanta gracia. ¿Cómo sostener todo el decorado de críticos, columnas literarias, espacios en los medios, eventos, y publicidad que hay detrás del mercado editorial cuando no hay dinero para eso? La consecuencia inmediata es la orfandad de criterio para los lectores y, también aquí, la desprofesionalización (de los críticos y promotores literarios).
El no-libro puede ser el futuro, pero no inmediato. Esta generación de jóvenes, aunque en general de cultura audiovisual y poco dados a la lectura, sigue acostumbrada a pensar en los libros como algo valioso (especialmente en lo que se refiere a la educación, en todos sus niveles). La sustitución de los libros por los audiovisuales para uso didáctico está en proceso, pero es imposible llegar a los niveles de especialización de contenidos que la educación requiere, y la elaboración de audiovisuales sigue siendo costosa. El libro como objeto de ocio es quien se ve más amenazado por las opciones que proponen las nuevas tecnologías; la competencia es dura, y las novedades aparecen a una velocidad impresionante. Entre las redes sociales y el consumo de videos o video-juegos, el tiempo que queda para la lectura (tradicional) no es mucho. Pero hay un fenómeno estadístico que no se puede negar: hay gente que prefiere leer, aunque eso implique un esfuerzo mayor que otras actividades. Es un porcentaje pequeño, que disminuye cuando la lectura pierde el “prestigio” que tenía en otras épocas.

14) ¿Qué es para Ud. la autoría?
Para mí, es el eslabón, o los eslabones, insustituibles de la cadena de producción de los bienes culturales. En el caso de la literatura, la persona capaz de convertir las ideas en frases con una voz particular. Los editores del libro son intercambiables, igual que los traductores, los distribuidores y libreros aún más. Que un crítico diga A en lugar de B tampoco modifica al libro como objeto, puede afectar ligeramente su difusión, pero poca cosa más. En cambio, la supresión del escritor significa la no existencia del libro.
Si el texto se reduce al comentario de las imágenes, o responde a un tipo de escritura estrictamente codificado (por ejemplo, en un libro sobre preparación de cócteles), creo que la autoría se desplaza al editor, porque es él quien ha organizado el trabajo dándole un estilo propio; tanto el redactor como el fotógrafo son sustituibles en esta clase de libros (sobre todo, en las llamadas “colecciones”).

15) ¿Copyright o copyleft? ¿Por qué?
Frente a la baja rentabilidad del libro para el escritor es natural que aparezcan opciones alternativas de utilización de sus derechos de autor, principalmente cuando el autor busca una mayor difusión. Normalmente, a estas alturas, no se escribe un libro porque se espere obtener de él una cantidad significativa de dinero, se escribe como medio para llegar a otro tipo de beneficios: necesidad de expresión, prestigio frente a un colectivo determinado, carta de presentación curricular, amor propio, etc. En la mayoría de estos casos, mientras más circule la obra, mejor es para el autor. ¿Por qué amarrarse a un editor (normalmente pequeño) si lo que se gana, en términos económicos, por los derechos de autor, es casi ridículo? Desde mi experiencia, publicar en papel sólo sirve para tener un ISBN y ser archivado en las bibliotecas nacionales (como una pequeña garantía contra la desaparición, algo que no ocurre cuando se existe únicamente en formato digital).
En una oportunidad escribí con un amigo un libro descaradamente comercial (tenía que ver con el equipo del Barça). Como, de entrada, no me ofrecían mucho dinero, hice mi parte en tres semanas. Por suerte el libro se vendió bastante bien y sacaron varias reimpresiones. En total, durante los dos años que el libro existió en las librerías, me habré sacado unos tres mil euros. La pregunta es, ¿qué hubiera pasado si en lugar de trabajar con el copyright hubiéramos trabajado con el copyleft? Pienso que no me hubiera animado a escribirlo. Hay muchos temas que me interesan más que el Barça. Adonde quiero llegar es que no reniego del copyright como figura legal, desde el punto de vista práctico, sólo que dudo de su utilidad en lo que tiene que ver con la “mejor vida posible” de la literatura no comercial: entregar los derechos de autor a un editor pequeño significa reducirse a su capacidad de promoción y distribución, que normalmente es casi nula; guardarse los derechos de difusión vía web abre la posibilidad de que el libro tenga una circulación relativamente mayor, si uno se mueve con la auto-promoción (lo que no es mi caso).

16) ¿A quiénes considera como innovadores en la literatura latinoamericana actual? ¿Por qué?
Esta pregunta la tengo que saltar porque, en realidad, no estoy al día. Puedo recomendar a algunos escritores (como Slavko Zupcic), pero son casi todos amigos, y supongo que éste no es un criterio demasiado objetivo.

17) ¿Qué instituciones, publicaciones, proyectos o sitios considera importantes en el panorama de la literatura latinoamericana actual? ¿Por qué?
Creo en el valor de las antologías. Son una especie de “tráiler” (como en el cine) de la literatura actual. Algunas de estas antologías (por ejemplo, http://www.piedepagina.com/redux/category/especiales/el-futuro-no-es-nuestro/) consiguen hacer ruido y atraer la mirada sobre la pluralidad de la creación latinoamericana actual. Este tipo de iniciativas pienso que son valiosas. Sirven, también, para que los autores se conozcan entre ellos y, en algunos casos, vía redes sociales, entren en contacto.
Por otro lado, el mundo de los premios literarios y los espacios “oficiales” de la literatura tiene sus particularidades; para mí tiende a ser endogámico (lo que no es bueno ni malo) y a generar un perfil determinado de escritor, e implica algunos compromisos, en cuanto al tipo de textos “competitivos”, que a veces pueden no ser interesantes. Todo depende de las razones que lo llevan a uno a escribir.
Luego están los espacios de algunos individuos que se han dedicado a descubrir y promocionar a los nuevos autores, algunos de ellos, apoyados por la academia, de manera profesional. Uno de los más interesantes es el escritor y crítico peruano Julio Ortega (http://www.elboomeran.com/blog/483/blog-de-julio-ortega/), la persona que conozco más al día con las novedades literarias latinoamericanas, y con una visión aguda sobre lo que está pasando.
Para mí, es imposible decir si son las instituciones, o los proyectos, o los sitios, o las publicaciones, quienes más oxigenan al panorama literario; creo que, al final, como en todas las actividades, el valor de estos espacios depende de las personas que realizan el trabajo.

18) Indique enlaces para textos suyos y material crítico sobre su trabajo:
http://luigicastaneda.blogspot.fr/
http://sudaquia.net/index.php?route=product/author/info&author_id=16
http://www.contrapunto.com/index.php/opinion/itemlist/user/1916-armandoluigicastaneda
http://www.elboomeran.com/blog-post/483/14535/julio-ortega/mis-mejores-libros-del-ano-narracion1/ (mi última novela es uno de los libros que Ortega cita)

19) Indique enlaces para material audiovisual (lecturas, performances, entrevistas etc.): 
No he colgado nada parecido. Tengo fotografías, pero son parte de un trabajo paralelo, no relacionado directamente con la literatura:
https://www.facebook.com/armando.luigi?ref=profile

20) Indique como desee (texto, gráfico, dibujo) el mapa de su red (personas, proyectos, instituciones, publicaciones, afinidades, interlocuciones, otros):
Mi ordenador como espacio de creación (el disfrute puro y duro de escribir) - una novela casi terminada dentro de él, con la que haré todavía no sé qué - algunos amigos con quienes intercambio textos y opiniones de nuestros propios trabajos - algunos desconocidos que me piden ocasionalmente cosas para antologías - una columna de opinión en una publicación semanal (reciente).
Aparte de esto, creo que nada más.

Una entrevista II / III


9) Literatura y modo de vida. Literatura y pensamiento. Literatura y lenguaje. Literatura y política. Literatura y arte. Comente.
Literatura y modo de vida. Cuando uno está realmente triturado por las circunstancias escribir es una gran suerte; te permite creer que todo lo que está pasando es material literario y hasta das gracias a las Parcas por los favores recibidos. Por ejemplo: divorcio + trabajito cutre + falta de dinero + no tener claro cómo salir de todo eso = una novela “en tiempo real” que salió más rápido, y mejor, que cualquier otro de mis libros; vivía como si mis días y la novela fueran más o menos lo mismo; hacía cosas para ver qué resultaba y poder escribirlas. Fue gracioso, aunque no sé si lo repetiría.
Literatura y pensamiento. Supongo que el solo hecho de escribir viene junto a la pretensión, un poco ridícula, de creer que uno tiene algo (importante) que decir, un pensamiento que merece ser conservado (al final es eso, ¿no?, la literatura, una especie de “formol para las ideas”). Si no, ¿quién se tomaría la molestia de hacer un texto? El estar aquí sentado respondiendo esta entrevista, en lugar de ir, no sé, al sofá para ver Sunset Boulevard, ya viene unido a la idea de que estas líneas, que reflejan unas ideas que van a llegar a otras personas, son parte de un gesto de comunicación del pensamiento que tiene valor (o, por lo menos, que es lo suficientemente valioso como para que se desarrolle). Por supuesto que cuando uno lo piensa en frío pierde toda la gracia… pero he aceptado responder y enviar la entrevista, así que mejor dejo el cinismo y el espíritu crítico de lado y sigo con el apartado siguiente.
Literatura y lenguaje. Para mí la literatura es para la lengua lo que para la construcción de coches es la F1, o lo que para la moda son los desfiles de alta costura. Es, o puede ser, el campo de experimentación que permite mezclar cosas que normalmente no van juntas; por ejemplo, incorporar el lenguaje de la calle al mundo académico a través de la oralidad en la literatura; o reajustar las fichas (el vocabulario, la sintaxis, la gramática) y fabricar una combinación que refleje una versión propia del proceso de comunicación escrita; o presentar una selección personal de obras escogidas de la innumerable, pero finita, biblioteca de Babel de Borges. Por supuesto que la literatura tiene también otros usos igual de nobles, pero éste es el que yo prefiero darle.
Literatura y política. Durante un tiempo la literatura fue una herramienta importante de propaganda (política y religiosa, social y económica). Cuando los lectores se dejaban influenciar por los libros a los grupos de poder les convenía invertir en los escritores. Desde la caída del muro creo que la idea es menos atractiva. Mantener intelectuales no sirve para mucho, al contrario, apoyar a los escritores es alimentar a gente que puede llegar a poner en duda las políticas públicas o desenmascarar las herramientas de la manipulación de masas vigentes. Supongo que eso explica, aunque sea parcialmente, el desmantelamiento de las fuentes de financiación pública de los intelectuales, desde las universidades hasta los medios de comunicación. Todavía existen espacios para los escritores dispuestos a hacer su papel de escritores, son los premios literarios, las columnas en los periódicos grandes, los eventos y las charlas, espacios que favorecen un perfil determinado de escritor-intelectual, semi-crítico, semi-independiente, semi-todo lo demás. Estos espacios están abiertos a los que sepan cómo, y quieran, jugar al juego. Bolaño hace una descripción simpática en los Detectives Salvajes, cuando habla del escritor de carrera en los fragmentos que terminan con aquello de “todo lo que comienza en comedia termina en…”.
Literatura y arte. Aquí no tengo claro de si se trata de las artes plásticas, las “artes” en el sentido amplio clásico (todo lo que una cultura produce buscando despertar la emoción estética), arte en el sentido antropológico (toda técnica capaz de añadir un valor a los objetos culturales, materiales e inmateriales), supongo que puedo hablar de la definición que quiera. De entrada, no veo una gran diferencia entre el impulso que mueve al escritor y, por ejemplo, el que mueve al pintor o al músico. Cambian, sí, los medios y el “retorno” que el artista o el escritor obtienen del grupo social. Cambia también la imagen frente al público, exactamente igual a como ocurre en el deporte, la imagen social de un tenista o de un futbolista no tiene nada que ver con la imagen social de un lanzador de discos o de un jugador de ajedrez; aunque todos estén ejerciendo una actividad deportiva, es el contexto y los acuerdos culturales los que dictan el valor del trabajo. En este momento, tengo la impresión de que los artistas plásticos, cuya imagen social ha venido cayendo en picada de una forma más violenta incluso que la de los escritores (por ejemplo, ¿cuáles son los equivalentes actuales de Picasso o de Warhol desde el punto de vista de la fama y la influencia sobre la gente de la calle?) han conseguido escapar de la crisis económica que afecta a escritores, músicos y fotógrafos, básicamente porque los objetos que producen escapan del abaratamiento que supone la entrada del mundo digital y de Internet; siguen produciendo objetos únicos con un valor de mercado que se presta a la especulación, y como las acciones de la bolsa, pueden aprovechar las vacas gordas y las “ burbujas” (con el beneficio paralelo de la protección que las obras de arte aún reciben de las legislaciones tributarias). En resumen, literatura y artes (plásticas), hermanas de entrada, se divorcian en la salida.

10) ¿Qué tan vigentes están los géneros literarios? ¿Y la idea de calidad literaria? ¿Cree en alguna clasificación, jerarquía u oposición entre los géneros o los tipos de  literatura? Comente.
Mientras los géneros literarios sean utilizados por los editores para crear un “target”, un público destinatario, un consumidor potencial, siguen vigentes. Mientras la señora amante de las novelas románticas, o el adolescente freak de la ciencia ficción, cuando visitan al Fnac, se dirijan a unos espacios concretos, los géneros siguen allí. En resumen, mientras haya etiquetas sobre los anaqueles de las librerías, habrá géneros literarios. Que en la llamada “literatura de autor” los géneros se disuelvan, aparentemente, cada vez más, ya es parte del aire de los tiempos (supongo que un aspecto de eso que los críticos llaman “posmodernidad”). En todo caso, el salto de un género a otro y las mezclas ya existían en autores tan antiguos como Rabelais o Cervantes. Más que el juego “de ruptura” formal que representa la fusión de los géneros, creo que la verdadera revolución se está dando a nuestras espaldas, y pone en cuestión la misma vigencia del libro como objeto. Pero eso nos desviaría a otro problema.
Sobre la calidad, creo que hay un solo juez, todopoderoso e implacable, que a veces cambia de opinión, pero sólo ocasionalmente. Ese juez es el tiempo. Si un texto es capaz de seguir hablando después de cien años, es un buen libro; si se queda mudo, pues nada, hizo lo que pudo, y quizá le sirvió al autor, o a los que se aprovecharon de él cuando era un recién nacido, pero poca cosa más.
Clasificación, jerarquía, oposición… clasificación: la que uso para ordenar los libros y saber dónde buscarlos en el archivo con los 10.000 libros en .pdf que he acumulado; ubico al autor en el momento en que estuvo más activo y lo sub-clasifico según su origen (por ejemplo, si quiero buscar a Guimaraes Rosa, entro a 20º, latinoamérica, voy a la “g”); es decir, es una clasificación con un carácter práctico que no va mucho más allá de eso, aunque detrás está la idea de que a todos nos ata nuestro tiempo; sólo que acaba juntando a Burgess, el de La naranja mecánica, con Churchill, el de Sangre, sudor y lágrimas. Una clasificación así en una biblioteca, o en una librería, creo que no funcionaría.
Jerarquía, la que uso para decidir el orden y las prioridades de lectura; aparte de eso, que es inmediato y funcional, creo que para mí existen dos tipos de libros, los que volvería a leer, y los que no. Antes me servía para saber cuáles libros podía prestar (o regalar, porque difícilmente alguien devuelve un libro prestado), pero la clasificación dejó de ser útil cuando, después de una mudanza, decidí no volver a acumular libros en papel y llevar mi biblioteca en un disco duro portátil. ¿Jerarquías de géneros? En general, los géneros tienden a ser cosas babosas. Géneros considerados “menores”, como la novela de espías, han permitido la aparición de autores “mayores”, como John Le Carré (aunque a mí me dé, él en particular, bastante igual). Creo que me quedo más bien con Bucowsky dentro del género de la literatura semi-pornográfica. La literatura hecha intencionalmente para ser “grande”, con grandes temas y grandes historias, muchas veces sólo produce libros pesados y pretenciosos. Nadie puede saber de dónde vendrá la próxima sorpresa.
Oposición entre los géneros, supongo que existe, claro, en la práctica, en el mundo real: literatura comercial vs. la literatura “de autor” (la que se lleva los premios “oficiales”); literatura juvenil vs. literatura para adultos; femenina vs. masculina; etc., caemos de nuevo en la señora o el joven que visitan el Fnac y necesitan saber a cuáles anaqueles dirigirse para comprar un producto que les guste. Detrás del márquetin, no sé realmente si exista una oposición, hablando estrictamente como autor, entre géneros o tipos de literatura; a mí, en particular, me gustaría mucho poder moverme de un género a otro con toda comodidad, usando la parodia o no, como lo hace Cabrera Infante en Tres tristes tigres. Pero para poder realizar estos saltos con acierto es necesario conocer bien los géneros que se parodian, y eso significa horas de lectura en trabajos que, probablemente, para uno no son interesantes.


11) Los medios digitales propiciaron cambios en los modos de producir, difundir, intercambiar textos. Y asimismo en las maneras como se lee, se usa, se entiende, se autoriza, evalúa y clasifica la literatura. Comente estas afirmaciones, agregando sus ideas sobre hacer literatura en la actualidad.
Para construir estas afirmaciones yo no usaría el tiempo pasado sino el presente: “los medios digitales propician cambios en…”, creo que el proceso no ha terminado, más bien acaba de comenzar. Bajo el sistema actual una buena parte de los oficios creativos, como los conocemos ahora, están desapareciendo o van a desaparecer (no sólo los escritores dedicados exclusivamente a la literatura, también los músicos o los fotógrafos, entre otros). Igualmente, los canales de difusión están en estado terminal (desde el Washington Post hasta la librería de barrio, pasando por las agencias de fotografía, las tiendas de discos o las revistas en papel). La consecuencia inmediata, al desaparecer los fondos que tradicionalmente han sostenido a los creadores, será las “desprofesionalización” de escritores, músicos, fotógrafos, etc. Quienes realizan estas actividades creativas lo harán como trabajo secundario, para obtener beneficios indirectos, pero no como actividad principal, como en su momento lo hicieron Robert Capa, Igor Stravinski o Mario Vargas Llosa. La obra publicada o difundida será un “objeto de prestigio”, no una fuente de ingresos, un prestigio cada vez más endogámico, ignorado por la mayor parte de la sociedad desde el momento en que los “creadores” ocupan menos espacio en los medios de comunicación de masas. Eso, creo, es el futuro inmediato. Con respecto al mediano y largo plazo no tengo la menor idea porque las cosas evolucionan muy rápidamente, sobre todo en lo que tiene que ver con las comunicaciones y los medios. Esto en relación a los autores.
Libros, yo mismo soy el peor ejemplo para el gremio: desde hace mucho tiempo (cuando digo mucho, son más de diez años) no compro un libro que no sea 1. Porque lo he necesitado en algún posgrado; 2. Porque es de fotografía o pintura, y lo prefiero impreso que en digital; 3. Porque quiero apoyar a algún amigo. Del resto, todo lo he tomado (o robado) de internet y lo leo en la tablet. Tengo una enorme cola de lecturas pendientes, a la que sumo otra cola enorme de revistas digitalizadas que descargo a 10€ las diez revistas desde una página legal de internet (son exactamente las mismas revistas que hay en los quioscos, Photo, Polka, etc.). Con todas estas lecturas pendientes no necesito comprar libros en papel, especialmente si no siento interés por las novedades. En resumen, en mi vida práctica, si decretaran el cierre de todas las librerías y las bibliotecas, como en el Fantomes de Cortázar, la verdad es que no pasaría nada, o casi nada: me fastidiaría mucho no poder cumplir mi ritual semanal de ir a la biblioteca de la Maison de la Photographie para meterme en la obra de un fotógrafo concreto a través de sus libros, pero aparte de esta visita semanal, mi vida no cambiaría gran cosa. Con los pocos escritores que mantengo contacto normalmente los intercambios se realizan en formato digital; en papel, sólo los libros que nos han publicado recientemente, o sea, uno cada tanto. Esto, sobre los libros.
La comprensión, evaluación, autorización y clasificación de la literatura creo que acaba reduciéndose a los ambientes académicos, y en algún caso, a los críticos iluminados de unas revistas literarias cada vez menos atendidas. Cuando yo estaba joven se decía que todo escritor que apareciera en los espacios de crítica literaria del New York Times, aunque su libro fuera pulverizado, tenía la garantía de que la edición se vendería; hoy en día, es la edición del propio diario New York Times que está a punto de desaparecer; creo que esto es bastante sintomático. Por otro lado, según las estadísticas, por lo menos en España, el espacio qué más libros vende es una cadena de supermercados; es decir, libros que se compran, la mayor parte de las veces, para regalar, sin un criterio muy definido, sin asesoría, en resumen, sin saber gran cosa sobre ellos (más allá de la portada y el texto de la  contraportada). Hace diez años, cuando yo vivía en Barcelona, se estaban imprimiendo y vendiendo más libros que en cualquier otro momento de la historia, pero la lectura, como actividad, estaba en franca decadencia. La respuesta a la paradoja es que los libros se tienen, pero no se leen.
Desde mi experiencia inmediata (no tengo nada oficial que respalde la idea) creo que una dificultad añadida a la lectura, y al libro, llega con la tablet. Una de las funciones del libro era ocupar el tiempo que usaba la gente en el transporte público o en casa, al regresar del trabajo. Ahora tenemos videos con audífonos para llenar esos momentos. La recepción audiovisual es mucho menos exigente que la lectura, y por un tema simple de “mínimo esfuerzo” creo que ya podemos imaginar la tendencia. Tengo la impresión de que la lectura, y la literatura misma, acabarán ocupando un espacio equivalente al que actualmente ocupan el teatro o el ballet: una actividad minoritaria, con poca incidencia en el mundo cultural (en comparación con la música comercial y el cine, por ejemplo). Esto no quiere decir que la escritura va a desaparecer: mientras los audiovisuales necesiten guiones, habrá escritores (de guiones); mientras la educación necesite libros de texto, habrá escritores (de libros de textos). Quien queda fuera de juego es el escritor (de literatura), que será, como los dramaturgos o las bailarinas de ballet, casi una figura de museo.


12) ¿La literatura es una práctica de las élites? ¿Por qué?
De las “élites” socioeconómicas no lo creo, si usamos la palabra “práctica” como sinónimo de ejercicio habitual; al contrario, creo que es una actividad poco atractiva para las élites (si nos fijamos en las biografías de los autores actuales encontramos que la mayoría vienen de la clase media). Lo fue, en el siglo XIX y hasta mediados del XX, cuando el escritor era un people (que no aparecía en las revistas del corazón porque no existían, pero podía ser el centro de los chismes que circulaban en la alta sociedad); pero actualmente, en el siglo XXI, el escritor es un personaje menor. Por ejemplo, cuando en alguno de los ejercicios que uso con los chavales (de clase alta) a los que doy clases aparece el tema de qué piensan hacer en el futuro, muy rara vez encuentro la palabra “escritor”; en cambio, no es raro encontrar “fotógrafo”, o “periodista”, tiene más charme. Creo que la imagen del escritor que circula entre los chavales es la de un tipo feo, con gafas gruesas, antisocial, pedante, aburrido, desagradable (me imagino que es lo que concluyen después de ver a muchos de los escritores que aparecen en la televisión). Frente a esta imagen dudo que las futuras élites se sientan atraídas por la literatura; si añadimos, además, que desde el punto de vista económico la literatura es completamente nula (no hay relación entre el beneficio económico y el esfuerzo), y que el peso de los escritores sobre la opinión pública tiende a reducirse, la idea del escritor como parte de la élite queda un poco tocada; y si esto es en Francia, uno de los países con uno de los niveles culturales más altos que conozco, supongo que en otros lugares debe de ser peor.

Una entrevista I / III



Nombre: Armando, Luigi Castañeda
País de origen: Venezuela
País(es) de residencia (anterior(es) y actual): Venezuela, España, Francia
Oficio(s), profesión(es), actividad(es) etc.: abogado, traductor, dueño de bar, publicista, fotógrafo, profesor
Otros datos biográficos que considera importantes: (edad, identidad de género, trayectoria etc.): viajes, cambios.
Obras publicadas (las más relevantes): La fama, o es venérea, o no es fama (Sudaquia, 2014); Guía de Barcelona para sociópatas (Universidad de Veracruz, 2010); Escritores latinoamericanos del siglo XXI (Julio Ortega, compilador; México, 1995)
Página web, blog o proyectos en línea: luigicastaneda.blogspot.com
Premios, menciones, reconocimientos etc.: Joven autor invitado a la Feria del Libro de Guadalajara 2005
Comente lo que hace: 

1) Literatura latinoamericana. ¿A partir de qué marcos considera este término? (geográfico, étnico, lingüístico, político, crítico, mercadológico, otros) 
Básicamente geográfico y de nacionalidad: la literatura producida por quienes viven en la región desde hace más de, no sé, diez años (medida arbitraria), y la de quienes ya no viven en la región pero son originarios de ella y pasaron su juventud allí (criterio un poco menos arbitrario porque creo que uno se “hace” durante los primeros veinte años de vida).

2) ¿Cómo se sitúa (o no) en estos marcos?
Viví en Venezuela hasta los 28 años, creo que esto da un conjunto de características a mi trabajo que no tendría si hubiera pasado este tiempo en otro lugar (el estilo del humor, por ejemplo).

3) Literatura nacional-literatura local- literatura regional-literatura internacional-literatura mundial. Comente.
Con el proceso de la globalización creo que es difícil pensar en una literatura actual que no sea mundial. Tenemos acceso a una variedad de tradiciones literarias diversas y esto lleva a grupos literarios o afinidades de estilo que no pueden reducirse a un entorno geográfico. Creo que es más fácil sentir que uno es parte de una idea de la literatura, de una búsqueda, de un género, de una estética, de un tipo de escritura, de estilo, antes que sentir que se es parte de una tradición regional, local o nacional. 


4) ¿Qué le motiva o inspira?
Supongo que la idea de no pasar por este mundo sin dejar un pequeño registro de lo que significó este paso. O, mejor, cito una frase de Walker Evans que leí hace un par de días: “Mira fijamente. Es la manera de educar los ojos, y más: mira, curiosea, escucha a escondidas. Muere sabiendo algo. No estarás aquí durante mucho tiempo.”

5) Su origen de clase, edad, identidad nacional o de género, ¿qué tanto tiene que ver con su literatura? 
Desde el momento en que son elementos que determinan la personalidad y el carácter aparecen en la obra literaria. Creo que en la literatura, como en todas las formas de expresión (aunque quizá un poco más que en la mayoría de ellas), se evidencia lo encerrados que estamos en nosotros mismos. No podemos huir de lo que somos, de nuestra historia personal, de nuestro contexto, de nuestro momento histórico, de nuestras referencias, incluso, del momento emocional que estamos atravesando. Creo que cada párrafo que escribimos habla de todo esto entre líneas, el “tono” de la persona se transpira aunque se trate de una literatura relativamente codificada; incluso si se trata de un trabajo que se ajusta a unos cánones determinados (por ejemplo, comerciales), la escogencia de las palabras, la construcción de las frases, la misma idea de querer ajustarse a un modelo, ya delata al autor sin que éste se dé cuenta.

6) ¿Cree en generaciones? ¿En qué sentido?
Creo; primero, en el sentido de que el aire de los tiempos contamina el trabajo literario (los valores de la época, las modas o la contracultura, la percepción de lo “bello” y de lo “feo”, las creencias políticas, lo idea de lo bueno y lo malo, de lo correcto y de lo incorrecto, etc.); y segundo, en el sentido de que existe un sistema de difusión de las obras que premia o castiga los trabajos (publicándolos o no, difundiéndolos o no), y esto depende descaradamente del momento que se está viviendo y del contexto. Por ejemplo, el boom latinoamericano estuvo atado a un grupo de editores catalanes que encontraron una forma de proponer una literatura con un contenido político capaz de atravesar la censura franquista (al final, se trataba de autores extranjeros, no estaban atacando al gobierno español directamente). Una vez acabado el periodo franquista, el interés por los escritores latinoamericanos disminuyó (se puede decir que dejaron de ser “útiles” para los editores catalanes). En este sentido podemos hablar de una “generación” como la reunión de los autores activos en un contexto particular que reciben los “premios” que este contexto distribuye.

7) ¿Se considera parte de una tradición? ¿Un innovador? ¿Ambas o ninguna de las dos cosas? ¿Por qué? 
Aunque uno se niegue, se revuelva, se tire de cabezas por un pozo, y luego escriba, inevitablemente es parte de una tradición (el único que podría salvarse de esto sería el protagonista de El libro de la selva). Se recibe una cultura, se vive en ella, se asimila, se niega o se acepta, se critica o se defiende al sistema, se hace uno revolucionario o conservador, etc.; este proceso es inevitable o, más que eso, incurable. Si hablamos de una tradición concreta, con nombre y apellido, puede uno asumir conscientemente el rechazo o la inscripción en ella, y luego, con la obra, ser más o menos consecuente con la postura asumida. En mi caso particular, por distintas circunstancias (inicialmente el precio, luego el gusto) mis lecturas se dirigieron principalmente hacia autores muertos desde hace tiempo (lo que normalmente se agrupan bajo la etiqueta de clásicos; sólo que con tendencia fuerte a los clásicos malpensantes: Artistófanes, Catulo, Bocaccio, Villon, etc.). Desconocía, y todavía desconozco, la mayor parte de las cosas que hacen los autores contemporáneos. Esto le ha dado a mis trabajos un aire un poco raro, algo lejano a lo que los autores de mi “generación” están haciendo. Por otra parte, como desde que comencé a escribir me di cuenta de que no iba a sacar dinero de la literatura, he tendido a hacer un tipo de textos “experimentales”, que persiguen resolver búsquedas propias, poco adaptados a las exigencias de las editoriales (sobre todo de las grandes). De nuevo, pareciera que voy de espaldas a mi “generación”, por lo menos, en lo que se refiere a la distribución de premios; lo que no quiere decir que mis trabajos no puedan ubicarse en nuestro tiempo, sólo que, en relación a las tendencias dominantes, se mantienen al margen. Como dije antes, creo que es imposible escapar de la época que a uno le ha tocado vivir, aunque sea caminando hacia otro lado.

8) ¿En cuál(es) de estas categorías se encaja? ¿Escritor? ¿Periodista? ¿Poeta? ¿Artista? ¿Pensador? ¿Activista? ¿Crítico? ¿Profesor? ¿Maestro?¿Intelectual? ¿Investigador? ¿Gestor cultural? ¿Mediador? ¿Editor? ¿Brujo? ¿Chamán? ¿Otras? Comente.
De entrada, en ninguna. No soy escritor porque no vivo de lo que escribo. Periodista quería, pero mi mamá me sobornó para que estudiara derecho y no Comunicación social y caí en el soborno, gilipollas yo. Poeta, ni de chiste. Artista, llevo el pelo corto, y también las ideas. Pensador me da grima, es como negar que los demás lo hagan, cuando no hay animal con cerebro que, a su manera, no piense. Activista difícil, me cuesta formar parte de grupos y tiendo a ser escéptico con los grandes cambios y las grandes ideas. La crítica me da sarna. Vivo principalmente de dar clases, pero es circunstancial (hasta hace un par de años nunca lo había hecho y nada garantiza que dentro de un par de años lo siga haciendo). Maestro suena grandilocuente, ¿no? Intelectual, casposo. Investigador no, aunque respeto lo que hay detrás de la idea. Gestor cultural, quisiera, pero no veo por dónde. Mediador, no sé por qué me viene a la cabeza la imagen de un réferi de boxeo. Editor, nunca lo haría, creo que es uno de los peores negocios en el mundo actual. Brujo o chamán, a ver si algún día me termino de ir al África y me dedico al oficio, por lo menos para estar seguro de que voy a tener algo para comer. Otras, ¿hay más?