Lago San Pablo, Ecuador, 2010
El 25 de diciembre del 2010 ha pasado a ser una foto. Y el recuerdo del tiempo lluvioso, que ayudó a dejarme una sensación onírica al encontrar el caballo pastando al fondo de los jardines de una hacienda convertida en hotel. La sensación onírica es vívida. Luego hay imágenes sueltas, de un pueblo, de una iglesia, de un lago. Aunque a las imágenes llego por conexión, porque sé que los sitios estaban cerca de la hacienda. En realidad, si pensara en el 25 de diciembre del 2010 no podría decir que esos sitios estaban allí ese día, como sí puedo hacerlo con el caballo. El resto del día desapareció. Del 25 de diciembre del 2011 tengo más cosas, una especie de agenda: Maison Europeénne de la Photographie, Pompidou, camino de vuelta. No puedo decir qué vi en la MEP. Y eso que fue hace sólo un mes. Del Pompidou sí tengo imágenes claras, una exposición de una japonesa que se fue a Nueva York a comienzos de los sesenta. Una especie de Yoko Ono mejorada. Una habitación oscura con pequeñas luces que cambiaban de color colgando de hilos; alrededor, espejos, y en el suelo, agua. Me quedé varios minutos, escuchando creo que Ligueti mientras miraba las luces cambiando de color y sus reflejos. Aunque seguramente me invento a Ligueti y estaba escuchando otra cosa. Luego otro recuerdo claro, caminando por la Ile de vuelta a casa, pensando que podía escribir un texto con los recuerdos de un año atrás y los recuerdos del día, para terminar prometiendo escribir otro texto un año más tarde, el 25 de diciembre del 2012, con los recuerdos del 25 de diciembre del 2010 y del 2011, para comparar con el primer texto y ver cuántos de los recuerdos se habían perdido. Pero entonces comencé a mirar las cosas con otros ojos, buscando recordar, fastidiando el experimento (se supone que los recuerdos debían llegar de buena fe, no sabiendo que serían usados). He escrito el texto un mes más tarde y, por suerte, he olvidado todo lo que estuve tratando de guardar en la memoria para cuando tocara escribir sobre los recuerdos. ¿Por suerte? Recuerdo que durante una época creía que, en esencia, somos acumulaciones de recuerdos; contenedores de imágenes filtradas, seleccionadas, consciente e inconscientemente, usadas para hilar una historia y fabricar al personaje que queremos hacernos creer que somos; pensaba que por los recuerdos se llega al cuento de la identidad y etcétera. Ya olvidé por qué me dio por creer esto. Ahora creo que es más relajado sentirse, en cambio, una enorme acumulación de olvidos. |
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