viernes, 16 de septiembre de 2011

015

Phnom Bokor, Camboya, 2010

La foto debería mostrar, principalmente, lo que está fuera del encuadre.
Ayudar a entender la totalidad a partir del detalle.
Esta foto viene de un parque nacional en Camboya, un sitio que, hace menos de un siglo, justificó por su belleza la construcción de un hotel de lujo para los occidentales.
Hace menos de medio siglo el hotel y todo lo que estuvo habitado fue arrasado por la guerra.
La naturaleza sigue allí: las montañas cubiertas de vegetación tropical, imposible de atravesar si no fuera por una carretera que comienzan a ampliar y asfaltar; los cantos de los pájaros, a veces exagerados; el viento fresco que llega cuando no lo detienen los árboles; la neblina, las cascadas.
De las construcciones francesas sólo quedan cáscaras invadidas de selva. No sé cuánto tarden en desaparecer, ¿cien, quinientos, mil años?
Por ahora, en lo que fue el hotel, donde estuvo el nombre, hay un cartel metálico oxidado que dice No entry, danger, y luego unas letras en jemer, imagino que diciendo algo parecido, para nada, porque el sitio ha sido invadido por las familias camboyanas que vienen a pasear los domingos.
Hacen pic-nic en lo que fue la terraza; toman fotos con sus teléfonos móviles desde lo que debieron ser los jardines, aprovechando la vista que se abre hacia las montañas cubiertas de selva y hacia el mar; los niños corren, bajan y suben, van y vienen, por las antiguas habitaciones de los cuatro pisos del edificio en ruinas. Las parejas se pasean entre la turba cogidas de la mano.
Un improvisado estacionamiento donde unos improvisados comerciantes venden improvisados almuerzos, sopas instantáneas a las que ponen agua hervida, arroz con trozos de cerdo, pinchitos, masas dulces cubiertas de hojas de plátano.
En el camino, mientras avanzaba por una carretera de tierra haciendo cross con el ciclomotor que había alquilado en el pueblo, encontré las ruinas de una estación metereológica, de un par de casas de lujo, de un puesto de correo, de viviendas pequeñas, y de una iglesia cristiana, donde sólo había un grupo de turistas occidentales, con un guía local.
Los camboyanos se encontraban todos en el antiguo hotel, al mismo tiempo vacío y superpoblado; qué importancia pueden tener para ellos el pueblo fantasma, la pila bautismal abandonada, la guerra. 

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