Essaouira, Marruecos, 2005
El asunto mantenía su coherencia hasta que los encontré afuera, sentados sobre las rocas frente al mar, apoyados de la muralla.
Todas las ciudades tienen esa otra cara que aparece de madrugada, cuando las calles oscuras y vacías sacan su lado siniestro, ese Mr. Hyde que camina siempre a tu espalda ilustrando el sueño torcido, la soledad real, la amenaza latente. En algunos sitios (un pueblo a orillas del Loire o una pequeña ciudad alpina, por ejemplo) este rostro espanta pero es inofensivo; tiene mueca de viejo en silla de ruedas o, como mucho, de enfermo que, con los ojos abiertos, espera la llegada del día, conciente de que si se duerme acabará su historia. Otros lugares tienen madrugadas de rostros rotos y ojos enrojecidos por el alcohol y la droga; son horas de un silencio sólido, como impuesto, marcado por la cercanía de la violencia que parece respirar entre las sombras como un perro inquieto, imprevisible, violento, latinoamericano.
Essaoira es uno de los lugares donde he visto de forma más extrema la diferencia entre la ciudad y su madrugada. Entre el mar y el Sahara está el recinto amurallado, construido por un arquitecto italiano en el siglo XVIII siguiendo el gusto de un sultán. Durante el día y parte de la noche es un zoco árabe superpoblado y movido que reúne, en algunas calles, a un número cada vez mayor de bares y de turistas. Pasada la fiesta se instalan “los olvidados”, consumidores de hachis, alcohol, pega y, quizá, también de heroína; gente sin futuro que camina tambaleante y esconde la mirada. Esta población desaparece en las primeras horas de la mañana; lo sé porque más de una vez salí a caminar la playa jugando a experimentar lo que, en mi cabeza, en aquel momento, era vivir como lo haría si fuera escritor profesional.
Y el asunto mantenía su coherencia hasta que los encontré afuera, sentados sobre las rocas frente al mar, apoyados de la muralla. La madrugada de la ciudad allí, en pleno día, desmantelando la lógica del mundo sin problemas, así, como si nada, tan cómoda, tan tranquilamente. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario