Nueva York, EEUU, 2011
Los edificios arriba, siempre; el humo de las alcantarillas; el tráfico manchado de taxis; la nieve cayendo ligera, como caspa; los patos que parecen plásticos, enganchados por el cuello; los titulares en chino, las chinitas desnudas, impresas; los números gigantes de las ofertas de ropa; las esquinas cercadas de gente; el olor de la calle, de las cocinas, de los tubos de escape; las avenidas amplias, los talleres mecánicos, los edificios viejos; los tatuadores, la ropa con cadenas; las librerías de segunda mano; los negocios bajo tierra; los grafittis de colores, o los garabatos, cubriendo las paredes; los cabellos en rasta, la ropa floja; las pipas para el cannabis, los llaveros de calaveras; las parcelas convertidas en parques privados, esquizofrénicos; las rejas metálicas; el trazado rectangular, las calles numeradas; los edificios de ladrillo; los bares chic de vidrio y madera; las mujeres peinadas, los perros pequeños; los edificios con portero; los porteros con guantes; los mendigos, las joyerías; las avenidas amplias; los nombres estampados en las plaquitas metálicas sobre los bancos de madera; los viejos sentados, los perros corriendo; los partidos de softball; los árboles, el césped, las fuentes; los corredores, los audífonos, los podómetros; el papel anunciando que se está filmando un comercial para televisión, que al público no se le pagan derechos; el museo gigante, disneylandiesco; las esculturas de mármol, las máscaras de madera, los yelmos metálicos, las figuras de porcelana, los pigmentos sobre las telas; la colección egipcia; el monolito, afuera; el falso castillete arriba, el lago artificial, abajo; las residencias de estudiantes; los edificios discretos; la música latina; los restaurantes de comida rápida; todo a un dólar; los vidrios rotos; los tipos apoyados de las paredes; los negros hablando fuerte; las mujeres con bolsas plásticas; el metro aéreo...
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