jueves, 22 de marzo de 2012

059

Colonia, Alemania, 2009

Quisiera hacer dos imágenes simultáneas del mismo grupo de personajes donde, en gestos y actitudes, la segunda imagen contradiga completamente a la primera; que una imagen diga exactamente lo opuesto a la otra, sólo por haber sido tomada desde un sitio diferente.

miércoles, 21 de marzo de 2012

058

Nueva York, EEUU, 2011

Creo que el chaval uruguayo se merece un fragmento, por buen tipo. Un fragmento que hable de él, quiero decir. De su valor, como caso de estudio.
Antes de ayer estuvo contando cómo funcionaba su escuela secundaria, en Estados Unidos. Cada mañana juramento a la bandera con la mano en el pecho. Si no lo haces, te levantan una amonestación, y si insistes, te pueden expulsar del instituto. De todos modos lo hacían, lo del juramento a la bandera con la mano en el pecho, para no quedar mal con los compañeros, porque allá lo peor es que te acusen de antipatriótico.
Después, en clase, todo el tiempo estaba puesto CNN; la maestra le bajaba el volumen al televisor cuando hablaba, pero siempre, la telepantalla de CNN. El chaval uruguayo dice que vio el ataque de las torres gemelas allí, en directo. Y funciona perfectamente, el adoctrinamiento de CNN, por ejemplo: estábamos hablando de viajes, él me dijo que yo estaba loco, que cómo me podía ir a todos esos países cutres, llenos de gente rara y de terroristas.
--Son mucho más tranquilos que aquí.
--Pero no sé, ché, todos son pobres, y sólo hay gente sufriendo, pasando hambre; mirá, si ponemos en el Google India, mirá, todo es cutre, feo, mirá las fotos.
--Al Taj Majal yo no lo veo cutre.
--Pero mirá la cara de esta mujer, está sucia.
--Joder, es una gitana del Rajastán, ¿cómo quieres que esté limpia si eso es en el desierto?
--Decime un país de África, de esos que tú vas.
--Senegal.
--Mirá, unos niños sufriendo.
--¿Sufriendo?, yo veo que están cagados de la risa.
--Bueno, pero están desnudos, son pobres; en cambio, si ponemos Australia, mirá, todo es guay, es bonito, las playas, los canguros, guay.
--Pon Costa Rica.
--Ya, es guay, playas y palmeras.
--Pero Costa Rica es tercer mundo, hay muchos pobres.
--Sí, pero Latinoamérica se salva; Australia, Norteamérica, y Europa, todo lo demás fuera, son países problemáticos, controversiales, atrasados.
--Busca fotos de Shangai, para que veas qué atrasados.
--Bueno, pero estos son conflictivos, ¿no fueron ellos los que tiraron las bombas en Pearl Harbor?
--¿Quiénes, los chinos?
--No, fueron los de Vietnam, ¿no?, ¿no fueron los de Vietnam?, ¿fueron los coreanos?, ¿quiénes fueron?, los coreanos, ¿no?
--¿No te lo dijeron en clases de historia?
--Sí, no sé, las clases de historia las daba el coach de fútbol americano, y se pasaba las dos horas comentando los partidos; de verdad, era así, te lo juro; y entonces en los exámenes te preguntaba cuál había sido la noticia más importante de la semana en el CNN, y para responder tenías que dar tu opinión. Eso fue todo lo que yo aprendí de geografía y de historia, nada más.

lunes, 19 de marzo de 2012

057

Chartres, Francia, 2008

Hija mayor de una familia donde la figura dominante era la madre, vivió una adolescencia complicada por los altibajos económicos y el abandono del padre, con quien siempre mantuvo una relación de amor-odio. Introvertida, sentimental, melancólica, atractiva pero distante. Después de acabar la carrera de arquitectura con uno de los mejores promedios de su promoción, trabajó como azafata de vuelo porque necesitaba dinero.
Con sus ahorros se fue a México para hacer un postgrado. Allí conoció y se fue a vivir con un hombre parecido a su padre: enérgico, derrochador, emotivo, imprevisible, irracional. También trabajó para una mayorista de viajes donde pronto le dieron un cargo con responsabilidades.
Las cosas parecían funcionar bien pero la lejanía de su madre y la inestabilidad de su pareja la deprimieron. Renunció a su trabajo y regresó a su país, donde la crisis política y la ruina económica la empujaron otra vez fuera. Con la excusa de visitar a su hermana llegó a Barcelona y se reunió, poco después, con un hombre que había conocido en una página web de encuentros amorosos. Comenzaron un affaire apasionado y, poco después, ella se mudó a vivir con él, en un pueblo pequeño de Galicia.
Allí supo que el hombre de la web estaba incrustado a su familia, y la familia, desde el principio, la miró mal, porque para los pueblerinos las latinoamericanas sólo servían como putas. El mundo del hombre de la web estaba hecho, básicamente, de instalaciones de calefacción de la empresa familiar. En el pueblo el hombre de la web estaba bien ubicado: el negocio familiar era próspero, se creían importantes.
El hombre de la web la colocó en un pequeño escritorio, frente a un ordenador, al fondo del galpón usado como taller de reparaciones de los aparatos de calefacción. Allí recibía las llamadas de los clientes, que se ponían agresivos al ser atendidos por una sudamericana que no hablaba gallego y no los reconocía por sus nombres de pila. El hombre de la web perdió el entusiasmo del primer mes y ya no habló más de matrimonio; ella comenzó a sentirse parte del mobiliario.
Aguantó unos meses hasta que un día no pudo más y subió a un avión que la soltó donde su hermana, en el medio de una depresión nerviosa.
Se quedó un par de meses con la hermana, buscando trabajo, y llegó a la conclusión, deprimida y tras fracasar en la búsqueda, de que los catalanes no le gustaban, que eran cerrados, secos y fríos.
Entonces fue a buscarse a sí misma en El camino de Santiago. Lo acabó y decidió establecerse en el destino, a una hora en coche del hombre de la web, que no tardó en encontrarla (ya lo había intentado en Barcelona) y poco a poco retomaron el contacto.
Cedió y regresó al pueblo gallego y aquí es donde viene la parte interesante de la historia: la familia del hombre de la web había cambiado, no en el trato, no en el carácter, no, habían cambiado los individuos, y todo lo que rodeaba al hombre de la web también; ya no era el heredero de una empresa familiar de instalaciones y mantenimiento de aparatos de calefacción, ahora era empleado de una pequeña oficina bancaria; el padre muerto, sólo tenía una madre anciana, medio ciega ya, y una hermana que la recibió contenta de volver a verla, aunque ella era la primera vez que la veía.
Al principio pensó que era un teatro simpático, una forma del hombre de la web de decirle que ahora las cosas iban a ser diferentes, pero el supuesto teatro comenzó a prolongarse más de lo normal, de lo lógico, aunque de lógico y normal, claro, no tenía nada. Intentó averiguar qué estaba pasando en realidad, buscando, sin encontrar, caras conocidas en un pueblo que sí seguía siendo el mismo. Mientras más buscaba más lo encontraba todo normal. Sólo podía ser ella, pensó, su cabeza, algo dañado adentro, pero en una consulta privada, en Santiago de Compostela, aparte de las tendencias depresivas, el psicólogo no le encontró nada fuera de lo normal. Finalmente decidió dejarlo todo como estaba, total, mucho mejor ahora que antes.

viernes, 16 de marzo de 2012

056

Orccha, India, 2003

Experimento: relacionar olores con templos (humedad vieja para las iglesias; alfombra polvorienta para las mezquitas; madera carcomida para las sinagogas; mierda de murciélago para los hinduistas; incienso barato para los budistas; pintura fresca para las pagodas; comida podrida para los animistas; orina rancia para los paganos).
Con este experimento se demuestra que los dioses pueden ser invisibles, pero no inodoros. Se demuestra, también, que para ser un fervoroso creyente es mejor no tener muy buen olfato.

055

Pontoise, Francia, 2010

Se continúa persiguiendo al castillo, como un agrónomo desubicado. Se entra a una oficina de turismo atravesada en una callejuela. Se huele que las viejitas informantes están allí para no aburrirse. Se espera que, en cualquier momento, saquen su único ojo, ese que comparten mientras deciden qué hacer con la vida de los turistas. Se les compra un paquete de cartulinas con rutas a pie por la zona. Se agradece un mapa que propone perseguir reproducciones de pinturas impresionistas, in situ. Se desciende de un número a otro, mientras oscurece, lentamente. Se camina con un sabor fresco en la boca. En algún punto, mirando dos viejas casas aún paradas como las pintó Van Gogh, se saborea la felicidad, la buena, esa que sella los días que saldrán de repente a la conciencia, en el medio de un almuerzo, parado en la calle, después de follar, cuando menos se espera. Más adelante, una venta de vestidos horribles, incluyendo uno de novia, incrustados dentro de la montaña en una especie de cueva escaparate, el salto surreal que acaba de atrapar la memoria de la caminata. Muchos pasos más allá, después de una docena de reproducciones, y justo cuando acaba el sexto y último disco de Billie Holiday, se llega a una ciudad más bien anónima, de esas clásicas de la Francia profunda: siete iglesias antiguas, trozos de murallas, un castillo, ocho torres, tres paseos comerciales, un par de buenas vistas sobre el río, lo de siempre, que hoy se deja pasar, porque es de noche, y porque se sigue hasta la estación de tren.
En el tren, de vuelta, mientras la felicidad pone todavía la sonrisa en la cara, una negra se sienta al lado. Llega su olor y, por un momento, se abandonan tren y civilización al mismo tiempo. Entonces viene esa hambre muda que aprieta el estómago, las ganas de perderse y desaparecer, no se sabe por qué, en el interior de África, como ya se ha hecho, a medias.
Con este experimento se demuestra que, con un poco de buen gusto, se puede explotar un tipo de turismo que no atrae prácticamente a nadie, pero queda bien. Se demuestra también que el gusto y el olfato son el sentido mejor guardado en las tripas, demostrando la persistencia genética de las madres cuadrúpedas que, hace años, parieron a nuestras madres bípedas, hasta que se demuestre lo contrario.

jueves, 15 de marzo de 2012

054

Nueva York, EEUU, 2008

Una ciudad de la que han borrado los nombres de las calles, de la que han perdido el censo de los habitantes. Una ciudad de la que sólo quedan, entonces, edificios, vías, cables, tuberías, vehículos, muebles, cosas, gente.

miércoles, 14 de marzo de 2012

053

Estambul, Turquía, 2011

Cuando quieras te explico cómo descargar cosas gratis de Internet. En vez de darte un pez, lo mejor es que te enseñe a robarte los pescados.

viernes, 9 de marzo de 2012

052

Bordeaux, Francia, 2010

Quien juzga come poco, pero come bien.

miércoles, 7 de marzo de 2012

051

Avenida Montaigne, París, 2011

Imágenes para el recuerdo: brindando, con los ojos vidriosos hacia la cámara; el coche nuevo, delante de la casa comprada el año pasado; el bebé, babeando; un atardecer, aunque salió con los colores raros; estatuas ecuestres y figuras mitológicas echando agua; la torta de cumpleaños; los vestidos de noche apretados; el plato del restaurante caro; con la toga, el birrete, y el títulito entre las manos; sosteniendo la torre de Pisa o la torre Eiffel, da lo mismo; en el acto escolar o en el concurso de belleza; la barbacoa en el patio; el tatuaje nuevo; la fiesta de disfraces; las porcelanas sobre el mantelito; una pancarta de bienvenida; en la sesión de aeróbicos; con las joyas nuevas; los cuadros famosos del museo; los jardines floridos y los arco iris, caigan donde caigan; los payasos en el circo y el elefante en el zoológico; la misa o, mejor, la primera comunión; los compañeros de clases; aquí con no sé cuál político, en la otra con una actriz de televisión; las del matrimonio, casi todas; el cumpleaños de la abuelita; la luna, pero salió borrosa.

martes, 6 de marzo de 2012

050

El Cairo, Egipto, 1999

Borges abominaba la multiplicación monstruosa del universo que producen los espejos. Bajo esa lógica, ¿qué decir, entonces, de la fotografía? Una multiplicación que separa al original de su reflejo, convirtiendo al reflejo en original. Una multiplicación que abandona al original para que lo carcoma el tiempo, mientras el reflejo permanece quieto, ajeno a la vejez y a la enfermedad; ajeno, por un buen tiempo, a la muerte. Una multiplicación que empuja al original dentro de la masa anónima de objetos mientras su reflejo pasa de mano en mano, a veces convertido en mercancía y, si tiene suerte, en obra maestra. Una multiplicación que acentúa la debilidad de lo existente frente a la dureza de las apariencias que, multiplicadas, fabrican, en nuestra mente, una deforme y minúscula versión del universo.