viernes, 19 de noviembre de 2010

fake


En realidad, hablar de “un libro que ya tenía montado” es una exageración; se trataba, más bien, de la prolongación de la técnica que había usado en una novela escrita durante mi último año en Barcelona y mi primer año en París, una narración de fragmentos unidos por un hilo oculto, como un collar de cuentas, mitad autobiografía y mitad pedantería, un proyecto que sacó de varios agentes literarios la misma respuesta: “con la crisis económica las editoriales están buscando narradores, no escritores”; no me pregunten qué quiere decir porque todavía no sé qué significa. Así, la maestría me servía para superar el síndrome post parto de la novela experimental (esa especie de hueco en el cerebro que queda después de acabar un proyecto largo, que lo mantiene a uno con la sensación de “y ahora qué hago”) y darme un aire para inventar algo diferente. Pero los aires se fueron expandiendo hasta llenar un par de años, lo que les dio un tufo de crisis creativa, o como se llamen esos periodos largos donde uno no sabe por dónde continuar.

-- ¿Pero por qué, joven, y disculpe que nos metamos en esto, no estudia usted algo que le pueda servir para cambiar de empleo, que le ayude a progresar, a tener éxito… O es que piensa usted quedarse trabajando como recepcionista de hotel toda la vida?
-- No toda la vida, pero ahora estoy a gusto, gano suficiente para viajar y estoy haciendo más o menos lo que quiero; además, conseguí establecerme en París, que es lo más importante.
-- ¿Y cuanto tiempo cree usted que puede seguir así, joven, no se da cuenta de que ya casi cumple los cuarenta años?
-- Sí, pero…
-- Se lo decimos por su bien, los días pasan rápido y cuando menos lo espere verá que ya no puede echar atrás, no debería perder el tiempo, se lo decimos por experiencia, créanos usted.
-- Justamente, es lo que yo pienso, hay que tratar de ocuparse con las cosas que uno quiere hacer, que si uno...
-- Joven, eso que usted dice está muy bien cuando uno comienza a vivir, pero a esta edad, ¿no debería usted haberse ya estabilizado?
-- Por eso, lo de recepcionista de hotel es un trabajo que se consigue fácilmente, sin importar la edad.
-- ¿Y usted se siente a gusto?
-- Me sirve para vivir donde quiero y más o menos como quiero.
-- Pero díganos sinceramente, ¿usted está a gusto trabajando como recepcionista de hotel?
-- No.

Pues nada, estuve mirando por Internet cuál era la oferta de maestrías “útiles” de la Sorbona y encontré una llamada Lenguas hispánicas aplicadas al mundo empresarial; aparecía como un master profesional, es decir, enfocado a la inserción laboral o algo parecido. Perfecto. Al día siguiente fui a averiguar, tenía que moverme rápido con los papeles pero era posible.
Durante una semana estuve a punto de abandonar la idea de hacer la maestría de la Escuela; luego pensé que por ese precio podía intentar hacer ambas, la maestría práctica y la bonita, dándole prioridad a la práctica. No tendría un solo día libre en la semana, entre las dos maestrías y el trabajo (de hecho, la de la Sorbona era de lunes a sábado, y me dispuse a hacer malabarismos con las materias donde no podría asistir, pero al inscribirme preferí no abrir la boca ni comentar nada de mi horario de trabajo), aunque me puse como regla que si el asunto se volvía demasiado pesado, si me sobrepasaba, abandonaría la maestría de la Escuela. Entonces me senté a escribir el proyecto de investigación.

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