domingo, 24 de mayo de 2009

seleccion III

Me dices, a mis treinta y muchos años, que me he convertido en un hombre de recursos. Eso está bien. Ahora sólo falta saber cuántos años más necesitaré para tenerlos.

Asusta no la fragilidad del techo, sino la soledad. El instinto gregario soplándote detrás de la oreja cuando tratas de dormir. Preguntándote, en susurros, qué vas a hacer si te enfermas, dónde piensas estar, cuando viejo. Cierras los ojos y te imaginas cosas que te den sueño. Nosferatus cagando, por ejemplo. Pero no, la vocecita sigue detrás preguntándote. La una, las dos, las tres de la madrugada, hasta que por fin, cansada, se calla, y entonces puedes dormir.

Te ofende que me gastara mi herencia viajando, en vez de montar un pequeño negocio, como has hecho tú. Te digo por qué: yo sonrío, tú trabajas.

Piensas que si fuera rico tiraría mi fortuna alquilando un piso en París, junto a los Jardines de Luxemburgo, y otro en Nueva York, frente al Central Park; supones que compraría una galería de arte, aunque sólo dé pérdidas, y que haría de mecenas de más de un músico con genio; que construiría viviendas vistosas en Orchha, en Basha, en Ouidá, aunque no las ocupe y se las coma la selva, la nieve o el mar; que compraría un palacio renacentista en Ravello, aunque se esté cayendo; que celebraría fiestas exquisitas casi cada noche, allí donde me de la gana de estar. No, si fuera rico no haría nada de esto. Simplemente lo escondería todo, cuidadosamente, para que no me vengas a mendigar.

Eros se deja dar por el culo y tu primo, quizá, sea gay. ¿Te importa, de verdad, lo que hace cada quien con sus agujeros? Un amigo de mi ex me encargó escribir un guión pendejo, me envió sus ideas infantiles, me ofreció mil quinientos. ¿Saber cuánto saco, por mes, multiplica tus ingresos? Mi ex me dio mil quinientos, también, por mi parte del mobiliario del piso, según sus cuentas. ¿Eso mejora tu sueño, te hace roncar más sonoro? Si sigo así, arañando de aquí y de allá, quizá me pueda ir a París antes de que acabe el año ¿Y entonces, según tú, se revalorizarán tus inmuebles? Si te pidiera prestado seguro me darías para sentirte importante, exitoso, cojonudo, pero no te pienso pedir. Litiga con tus inquilinos, cuida a tu mujer cuando se emborrache, acosa a tus deudores, huye de tus acreedores, trata de que no te mate un malandro, ocúpate, mejor, de tus problemas. Yo te ayudaría, en serio, si pudiera, pero es que, en realidad, no me interesas.

Me dices que haga como tu amigo no sé quién, famoso a fuerza de ganar concursos. Yo te pregunto si ese amigo sale en televisión, si lo persigue la prensa rosa. No, me respondes. Yo te pregunto si se ha acostado con la mujer de un conocido torero, o con el conocido torero. No, me respondes. Yo te pregunto, insistente, si la fama la contrajo, por contacto sexual, de alguien que sale en televisión, que es perseguido por la prensa rosa. No, me respondes. Entonces no es famoso: la fama, o es venérea, o no es fama.

Mi hermana me contó por chat de un tipo que calza perfecto en mi novelita del robo con allanamiento: mandaba bombas por correo para publicar, en la prensa, sus manifiestos. Por desgracia, sus artilugios explotaban mucho mejor que sus ideas, sus escritos son una sarta de disparates. ¿Por qué, buen hombre, antes de empezar con tus acciones, no tomaste un cursito de letras, de historia, de filosofía? Porque, me respondería, para hacer burradas se necesita un buen corazón, no un espíritu despierto.

Me dices que no entiendes mis libritos, que te pierdes, que no distingues lo que es chiste y lo que es serio, que nunca se sabe. Pero no, es al revés, conmigo siempre se sabe. Sólo hay una fórmula, sencilla, que repito monotemáticamente: cuando escribo, nunca digo lo que digo; y no le des más vueltas, no digo nada más.

Querías una excusa y la has encontrado. Te leíste en mi novela y ya no me quieres ver más, desapareces. ¿No hubiera sido mejor, entonces, no darte a leer nada? No, porque haciendo mal, cosas buenas salen de mis libros: lejos de mí, te recupera tu familia.

No hay comentarios: