--¡Que sí! ¡Que la felicidad en este mundo la da el dinero!
--¡Que no, que lo importante es hacer lo que uno quiere!
--¿Y cómo vas a hacer lo que quieres si no tienes dinero? Ni siquiera podrías tomarte una puta birra, nada, no podrías hacer nada.
--¡Hombre, pero no seas extremo, yo lo que te digo es que no se necesita ser rico para ser feliz!
--¡Pues claro que sí! En nuestra sociedad las cosas se consiguen con dinero... y si no tienes pasta, no tienes nada.
--Tienes libertad.
--¿Libertad? ¿Tú crees que los ricos son menos libres que nosotros? No seas gilipollas... Ser libre es hacer lo que te da la gana cuando te apetece. Y eso sólo te pasa si tienes dinero. ¡Los ricos son mucho más libres que nosotros!
--Pero los ricos tienen que estar currando todo el día.
--¡Es al revés, ingenuo! ¿Tú has visto alguna vez al dueño de un local trabajando como un perro? Los que curran de verdad son los empleados. Mientras más arriba estás, menos trabajas.
--Vale, pero nosotros nacimos sin dinero, y tenemos que acostumbrarnos a eso.
--¡No, tío, allí está el error! Uno tiene que estar dispuesto a hacer lo que sea para forrarse de dinero...
--¿Cualquier cosa?
--Lo que sea.
--¿Y si alguien te quiere dar por el culo también lo dejarías?
--Si me paga bien, claro que sí. ¿Tú no te dejarías follar por el culo si alguien te ofrece diez mil?
--Yo no.
--¿Y cien mil?
--No.
--¿Y un millón?
--(...)
--Dime sinceramente... Si alguien te ofreciera un millón, ¿no te dejarías follar por el culo?
--Debe doler mucho.
--Te vas al médico para que te acomode el ojete y el dolor se te quita en tres días... en cambio, con ese dinero vas a vivir como un rey toda la vida.
--Acordándote cada noche de lo que has tenido que hacer para ganarlo.
--Los remordimientos te duran una semana. Hasta que te compras el coche último modelo y te follas a las tías que siempre te habías querido follar y nunca te habían hecho caso por no tener pasta.
--(...)
--(...)
--De todos modos, eso nunca va a pasar... no hay nadie que te pague un millón para darte por detrás.
--Desgraciadamente... pero siempre hay que intentarlo, estar atento, siempre buscándolo.
El amor es un producto patrocinado por los fabricantes de condones.
Un club de jazz y un restaurante de carne y un seguro médico privado; una vecina culta y un ordenador portátil y tres o cuatro billetes de avión cada año; y algunos libros, películas, discos y amigos selectos; una mujer de limpieza que venga un par de veces a la semana, para poner orden, y una chica guapa e inteligente que quiera pasar el rato. Consígueme todo eso, Rufo, aunque sea en Sudacalandia, y quédate tú con los cruceros de lujo por el Caribe.
Juego: se extienden las cartas o las cerillas o lo que sea sobre una superficie, no importa el número ni la disposición, aunque siempre en filas descendentes. Cada contrincante retira una o varias cartas o cerillas, siempre de la misma fila y cercanas a él. Pierde quien tenga que retirar la última carta o cerilla. Y quien gana, pierde a su mujer.
Quieres que un astuto ladrón se lleve el dinero de las cuentas bancarias, o que un incendio provocado acabe con tu departamento, o que aparezca un acreedor reclamando una deuda causada por otro, o que ese otro consiga que te echen de tu empleo, o que, simplemente, con un camión de mudanza, alguien vacíe tu piso. Pero no, usando un par de maletas me he llevado algo de ropa donde los argentinos, he dejado todo lo demás, incluso los discos que vinieron conmigo del otro lado del océano. Tus bienes, esos por los que tanto te preocupas, son los únicos que, en realidad, no tienes. Ellos te poseen a ti, no tú a ellos.
Eso de dejarme con el culo al aire lo haces, ahora lo entiendo, por mi propio interés. Quien ofrece grandes cosas quiere que se las devuelvan aún mayores. De este modo me liberas, generosa y gentilmente, de todo compromiso. Aunque sí, tengo una obligación: ignorarte. Es el único modo que encuentro de devolverte el favor.
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