miércoles, 17 de marzo de 2010

resumen del dia



Después de pasar por la Sorbona preguntando qué carajo tengo que hacer para que me den mi título, y aclararme y pedir notas y comprar sobres y sacar fotocopias, calculé que tenía tiempo para ir a la Maison Européenne de la Photographie antes de volver, buscar las notas y entregar todo para que me envíen el título a casa.
Veinte minutos bajé por una calle con tiendas especializadas en freekies, en figuras y comics, pasé a la Ile, atravesé un parque rodeado de turistas con Notre Dame al lado, pasé a la Ile de Saint Louis, recordé por qué es uno de mis sitios preferidos de París, crucé al Marais y a la MEP.
On the road, l´Afrique heroique, y Elliot Erwit. On the road era una selección de fotos de alrededor de treinta grandes del siglo veinte donde la ruta marcaba la imagen; Cartier Bresson y Koudelka me vienen ahora a la cabeza.
L'Afrique Heroique, un trabajo en tres partes, contra el cliché del África como agujero donde se unen todos los males. En la primera parte un grupo de retratos de una etnia de cazadores que, al momento de la foto, estaba en Mali. Fusiles del siglo XIX, hienas con collar y bozal, ropas de cuero viejo, miradas de gente que vive como le da la gana; las actitudes en el justo límite entre lo sublime y lo ridículo (del lado de lo sublime), la gama ocre, la iluminación natural pero cuidadosamente trabajada. Una parte en blanco y negro. En resumen, sentí ganas de haber hecho yo las imágenes.
La segunda parte era sobre un tipo que se inventó una escritura silábica para lenguas tribales orales, un negocio entre profético y enciclopédico, una especie de sabio prehistórico made in África produit pour l'exportation; las fotos estaban bien.
La tercera parte sobre unos luchadores senegaleses y otros boxeadores de no recuerdo dónde, técnicamente perfectas y bien montada la presentación, con una pared, al fondo, cubierta de fotos y un par de pantallas transmitiendo videos de luchadores.
Erwit, el de las fotos icónicas del bebedero para negros o para blancos, del soldado negro sacando la lengua, del chihuahua junto a las patas del galgo, etc.; nada, un puto genio.
Para hacer tiempo entré a unas calles que no había visitado. Como siempre en París, las sorpresas: encontré unas casas medievales.
Volví a la Sorbona y la mujer no estaba; la vecina de escritorio me dijo que volviera mañana.
Ahora estoy en una clase de percepción estética; han enchufado a un artista plástico para que explique su manifiesto payaso y muestre en power point sus pinturas malas. Si no escribo esto me duermo. El tipo reafirma un prejuicio de la escuela: que los artistas conceptualizan mal, que son los críticos quienes descubren y construyen el arte; y en este caso es cierto, sólo que la obra es tan sosa como los conceptos, no creo que ningún teórico pueda acomodarla. Es curioso que los investigadores, teniendo las ideas, sean incapaces de producir nada. Por suerte, en las intervenciones, un estudiante le mandó esto al ponente:
--Estoy muy sorprendido por su exposición, ¿cómo es posible que venga usted aquí a darnos esas recetas baratas sobre el arte?, etc.

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