Cuando quieres conocer a alguien lo primero que haces es intentar verle la cara. Pues eso he hecho. Llegué hasta la biblioteca del Pompidou y cogí todos los libros sobre el personaje. Sabía, porque revisé el catálogo por internet, que había uno de fotografías. En todas, excepto niño, se veía a un tipo enorme, cada vez más gordo, de ojos tristes, encorvado. De joven, una barba debajo del mentón lo convertía en bohemio según la moda. Después la barba desapareció y sólo quedó el tipo grande de ojos y hombros caídos.
Unas líneas (las tendría que copiar) lo ridiculizan ácidamente al momento de subir al barco que lo trajo por primera vez a Europa. La víctima era el mismo autor del texto muchos años después.
En una caricatura aparece acompañado por una viejecita delante de unos dibujos como de niño; era una sátira sobre los nuevos pintores publicada en un diario de la época. Otra viñeta lo muestra junto a Picasso y varios colegas en la Rue de Gaieté.
En muchas de las fotos sin barba sale acompañado por mujeres. Entre ellas, algunos iconos sexuales. El gigante triste parece haber sabido moverse también con las mujeres.
Entonces, al pasar la página, de frente, un truco del no azar: en una foto de su estudio en París aparece la dirección “26 rue de Depart”; o sea, casi igual que yo (18 rue de l’Arrivée), pero al otro lado de la torre.
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