Lisboa, Portugal, 2009
Los lectores: Disculpe joven, ¿podemos molestar otra vez? El autor: Por supuesto, vosotros nunca sois una molestia, para nada. Los lectores: Es que hay algo que queremos saber. El autor: Ayudaré en lo que pueda. Los lectores: Hemos visto que usted ha realizado progresos, hay que reconocerlo; ahora muestra algunos buenos sentimientos hacia sus personajes, aunque todavía no es suficiente, tiene usted que abrirse más, ser más expresivo; usted pareciera que quiere dar a entender que no tiene sentimientos, y eso no es bueno; pero no es de eso que queremos hablar, sino de sus historias. El autor: ¿Qué pasa con ellas? Los lectores: ¿De dónde saca esas historias tan raras? El autor: ¿Raras? Los lectores: Es que nos parece, cómo diríamos, que las historias no son de gente normal. El autor: Bueno, las historias son reales, o casi, salen de lo que veo y de lo que me cuentan. Los lectores: Pero, perdone usted, ¿en su novela no hay nadie normal? El autor: ¿Normal? Los lectores: Sí, gente correcta, que tenga un trabajo serio, que críe a sus hijos. Fíjese usted, por ejemplo, en lo que cuenta sobre esos bailarines de tango. El joven pareciera que no hiciera nada, y ella, la pobrecita, dice usted que se está medicando por algún problema nervioso. El autor: Él es bailarín profesional y ella se medica, sí, porque ha tenido ataques de ansiedad, ¿qué tiene de raro? Los lectores: Pues que ser bailarín no es un trabajo. ¿Qué piensa hacer ese joven cuando ya no sea joven? El autor: No sé, supongo que ese será el material para una buena historia dentro de unos años. Los lectores: Ya ve usted; ¿no le parece mejor hablar de gente que lleve una vida honesta? El autor: Creo que me aburriría. Las cosas demasiado cotidianas no son llamativas. Aunque siempre hay excepciones, nadie se dedica a hacer una sesión de fotos a un lavabo a menos que esté en muy buen o en muy mal estado. Siempre ha sido así. El arte es un catálogo de excentricidades, rarezas, anormalidades, de… Los lectores: No nos está entendiendo usted, no. Lo que le pedimos es que escriba sobre cosas que dejen una buena impresión, una enseñanza, historias constructivas, que enseñen a la gente a vivir mejor. El autor: ¡Joder, si justamente eso es lo que intento! Estoy convencido de que cuando uno llega a una desnudez absolu… Los lectores: Por favor, le agradeceríamos que no diga usted groserías, nosotros nunca hemos sido groseros con usted. El autor: Es verdad, pido disculpas. Los lectores: Bueno, haga usted lo que quiera, al final, es su novela. El autor: Eso también es verdad. Los lectores: Sólo que así, con estas historias raras, no va a convencer a nadie, se lo decimos por su bien. El autor: Claro, ya lo sé. Los lectores: Escriba sobre cosas más sencillas y le irá mejor, estamos seguros. El autor: Eso, seguramente saldrá un best seller. Los lectores: Puede ser, joven, puede ser. El autor: Seguro. Los lectores: Pues sí, sinceramente, eso es lo que quisiéramos para usted. |