La única persona de Ciudad de México que estaba al corriente del viaje de Mella a Veracruz para organizar la invasión de Cuba era Modotti. Poco después de la partida de Mella, Modotti le confesó la verdad sobre su relación con Mella a Vittorio Vidali. Al poco tiempo, el Comité Central, y posteriormente el gobierno cubano, se enteraron de los planes secretos de Mella. En los últimos meses de 1928 circulaban por Ciudad de México rumores, que fueron extendidos por agentes anónimos del Partido Comunista Mexicano, de que el general Machado quería asesinar a Mella. La noche del asesinato, Mella tuvo una reunión con otro exiliado cubano llamado José Magriña, que “quería prevenirle de la llegada de agentes del gobierno de Cuba a Ciudad de México”. Mas adelante Magriña fue acusado de organizar aquel encuentro para que resultara más fácil seguir a Mella. Veinte minutos después de separarse de Magriña, dispararon a Mella en la calle, delante del apartamento que compartía con Tina Modotti. Aquella misma noche Mella había asistido a una reunión con Vidali. El pistolero que mató a Mella sólo disparó dos veces, a quemarropa. Pese a lo oscura que estaba la calle, Modotti, que caminaba cogida del brazo de Mella, resultó ilesa. En un primer momento la policía mexicana, siguiendo una línea de investigación poco convincente, intentó hacer recaer las sospechas en Modotti, “una mujer sexualmente promiscua”, que habría sido cómplice del crimen. Después intervino el gobierno mexicano, retiró del caso a los primeros investigadores policiales y detuvo a Magriña que, tras ser interrogado, fue puesto en libertad y no se produjeron más detenciones.
Los amigos de Mella, guiados por la investigación de Diego Rivera, llegaron a la conclusión de que agentes del gobierno cubano que trabajaban con la ayuda de la policía mexicana habían cometido el asesinato. Pero ninguno de los comunistas mexicanos conocía la identidad ni las atribuciones de Enea Sormenti. Además, a la vista de la posterior fama de Vidali como asesino estalinista, especializado en disparar a sus víctimas en la nuca, parece del todo posible que Julio Antonio Mella fuera asesinado el 12 de enero de 1929, en la calle, delante del apartamento de Tina Modotti, no por agentes cubanos, sino por su camarada Vittorio Vidali.
Lo que sí es cierto es que pasados doce meses desde la muerte de Mella, Tina Modotti, que en aquel momento era una de las más famosas expatriadas comunistas de México, fue detenida y deportada, y que Vittorio Vidali, utilizando hábilmente sus identidades falsas, fue el único comunista extranjero que escapó de la operación de captura organizada por la policía mexicana. Se coló en el mismo barco que Modotti y la acompañó a Europa, donde con su ayuda Tina evitó al gobierno italiano que quería detenerla. Primero fueron a Berlín y después a Moscú, donde vivieron juntos.”
Vaya historia, un guión perfecto para cine negro. Pero hay algunas cosas que me quedan sueltas. La primera, ¿cómo es que Tina Modotti no supo que Vidali era el asesino de su amante, si disparó frente a ella? ¿O es que, sabiéndolo, no dijo nada? La segunda, nombre propio y alias de Vidali se confunden en el texto, tengo que ver la edición original en inglés, aunque en realidad esto no es importante. La tercera, si el propio Partido Comunista Mexicano preparó el asesinato de Mella haciendo correr el rumor de que lo estaban buscando matones del gobierno cubano, y si Rivera hizo todo lo posible y movió todas sus influencias para que se aceptara esta hipótesis, ¿qué sabía, en realidad, Rivera, sobre el asesinato de Mella?
Tengo que revisar en el libro de los murales completos de Rivera el trabajo de la Secretaría de Educación, encontrar el trío de cabezas de Modotti, Mella y Vidali. Tengo que averiguar, también, más sobre el asesinato de Mella. Tengo que preguntarle a la estudiante mexicana qué materiales tiene y cómo los ha conseguido.
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