martes, 22 de febrero de 2011

fake

Me voy a otro libro, a la biografía de un norteamericano que disfruta pasando el bisturí sobre la personalidad de Rivera:[1]

“La crisis empezó, como manda la tradición mexicana, con un acto violento. La noche del 10 de enero de 1929 Julio Antonio Mella, un carismático revolucionario cubano que había intentado organizar un golpe para derrocar al régimen de derechas cubano dirigido por el general Gerardo Machado, fue asesinado en una calle oscura mientras caminaba con su amante –que no podía ser otra que Tina Modotti— hacia el apartamento que compartían en el edificio Zamora, en el centro de Ciudad de México. Según los informes que llegaron al Partido Comunista Mexicano, Mella había recibido amenazas de muerte de agentes del gobierno cubano. Pero la policía mexicana quiso implicar a Tina Modotti en aquel crimen. Rivera interpretó un destacado papel en la defensa de Modotti, organizando una investigación independiente y paralela, trazando su propio mapa de la escena del crimen, frenando los torpes intentos de los detectives para incriminarla y haciendo un llamamiento a los amigos influyentes de Tina, entre ellos el alcalde de Ciudad de México, para que acudieran en su ayuda. El resultado de los esfuerzos que realizaron sus amigos fue que Tina quedó absuelta de todos los cargos de que intentaban acusarla, tras una ridícula pero humillante investigación que duró cinco días. Aun así, su reputación quedó manchada. Se publicaron sus documentos privados. Durante aquel proceso Rivera hizo todo lo posible para protegerla. En fotografías que atestiguan la presencia de Rivera a su lado durante la reconstrucción del crimen hecha por la policía, vemos a la familiar figura del pintor dominando la calle oscura. En el funeral de Mella, Rivera desfiló a la cabeza de la delegación comunista.
La versión oficial de la muerte de Mella coincide con la que dio en su momento el partido. Fue asesinado por agentes del gobierno cubano, con ayuda de la policía mexicana. Pero es posible que la verdad tuviera más que ver con la política interna del Partido Comunista Mexicano que con la paranoia del general Machado. Tras la marcha de Bertram Wolfe a Estados Unidos en 1925, el Partido Comunista Mexicano había vuelto a aplicar unos métodos muy particulares para ocuparse de sus asuntos y, en opinión de Moscú, empezaba a estar fuera de control. El regreso de Rivera al Comité Central en 1926 no hizo gran cosa para aumentar su nivel de consistencia o disciplina. Pero México, con su turbulenta historia, su imprevisible y empobrecida población, su fracasada revolución y su extensa y porosa frontera con Estados Unidos, era una zona clave para los planes de la Internacional Comunista, que pretendía organizar una revolución mundial. Así que en julio de 1927 el Comintern envió a uno de sus agentes más ingeniosos, más violentos y menos escrupulosos a México, para que encarrilara de nuevo el partido mexicano. El agente viajaba con el alias Enea Sormenti, pero su verdadero nombre, que durante muchos años siguió siendo un secreto, era Vittorio Vidali.
Vittorio Vidali había nacido en Trieste en 1900, y después de la Gran Guerra, hizo el aprendizaje de guerrillero urbano y se convirtió en uno de los fundadores del Partido Comunista Italiano. Expulsado de Italia por terrorista rojo, se entrenó en Moscú y adoptó la identidad falsa de un oficial de la International Red Aid, una organización que decía ser un grupo humanitario dedicado a proteger los intereses de los prisioneros políticos de todo el mundo. Vidali acabó sus días como miembro del Senado italiano y el Comité Central del Partido Comunista Italiano. Cuando llegó a México en 1927, Vidali se hizo miembro del Comité Central del Partido Comunista Mexicano. También empezó a trabajar con la Red Aid mexicana, donde inmediatamente localizó a Tina Modotti y a Julio Antonio Mella. Parece evidente que, poco después de conocerse, Vidali se obsesionó con Tina Modotti, que además de ser su camarada también era compatriota. Vidali organizó rápidamente el ascenso de Tina, que hasta entonces había colaborado en varias organizaciones, y la convirtió en miembro de pleno derecho del partido y de la directiva de la Red Aid mexicana. Durante los años que pasó como agente secreto en México, Vidali tuvo dos objetivos bien definidos que persiguió con su habitual e inagotable energía: el primero era cumplir la misión original de purgar y redirigir el partido mexicano; el segundo, dominar, secuestrar y poseer a Tina Modotti. Vidali tardó dos años y medio en conseguir sus objetivos. En 1927 Tina le compensó por su interés y su ánimo tomándole una extraña fotografía, que representa a una siniestra figura proyectando una amenazadora sombra sobre una pared soleada. Vidali va vestido con traje negro, camisa oscura y sombrero negro con el ala caída, de modo que no se le ven los ojos. Luce un fino bigote y si sacara la mano del bolsillo, no nos sorprendería ver que lleva una pistola.


[1] MARNHAM, P. (1999) Soñar con los ojos abiertos. Una vida de Diego Rivera. Edit. Plaza & Janes. Barcelona. Pag. 257 ss.

domingo, 20 de febrero de 2011

lunes, 7 de febrero de 2011

fake

Rivera, o más bien, la periodista Gladis March, en el capítulo titulado “El asesinato de Julio Mella”, dice que a finales de 1928 el abogado personal del presidente Calles visitó a Rivera para advertirle, amistosamente, que dejara de apoyar a un líder campesino, secundado por el Partido Comunista de México, porque estaba poniendo en juego su propia vida. Rivera dice que respondió, siguiendo el carácter del personaje Diego Rivera fabricado en el libro, que iba a apoyar siempre al líder político que le diera la gana, y que, además, le dijera a Calles que él le había pedido al Partido Comunista que le ofreciera el privilegio de encabezar la primera revuelta contra el gobierno para limpiar a México de la corrupción reinante.

“Supongo que mi desafío directo era más de lo que el pobre hombre [el abogado] esperaba. Salió apresuradamente. No fui ahorcado, sigo vivo y pintando.
En cuanto a Calles, fue luego expulsado del poder por mi buen amigo Lázaro Cárdenas, Presidente de México recientemente. Con las ceremonias civiles y militares adecuadas, hace tiempo descendió al infierno donde su cuerpo incinerado tuvo la guardia de honor de los reaccionarios, sus antiguos enemigos cuando él pretendía ser un revolucionario.
Durante los años siguiente estuve muy envuelto con las actividades del Partido, la más memorable entre ellas tiene que ver con la defensa de Tina Modotti, quien fue sometida a juicio por el asesinato de Julio Mella (…)”

E inmediatamente Rivera pasa a hablar sobre uno de sus frescos en el edificio del Ministerio de Salud.
Más adelante vuelve a Mella:

“Julio Mella era un líder revolucionario cubano que había huido de la dictadura del presidente Gerardo Machado. Mella había venido a México buscando refugio y aquí él conoció a Tina Modotti, una excelente pintora y fotógrafa. Yo había tenido amistad con Tina desde antes de mi viaje a Rusia; de hecho, su amistad había sido la última causa para que Lupe se divorciara de mí.
Mucho antes de mi regreso de Rusia, Tina y Mella se habían hecho amantes.
En 1929 Julio Mella fue asesinado por órdenes del presidente Machado.
El gobierno mexicano, sin embargo, decidió no ver la motivación política del crimen. Adoptó la posición de que el asesinato había sido un crimen pasional e inculpó a Tina, que tenía puntos de vista ofensivos para el régimen y para los asesinos. La acusación del gobierno se fundaba exclusivamente en el hecho de que Tina había sido la amante más reciente de Mella. A partir de este hecho se deducía que Tina estaba cansada de Mella y que había decidió poner fin a su relación acabando con la vida de éste.
Debido a que el caso estaba siendo usado para manchar el nombre del Partido Comunista, sus líderes se hicieron cargo de la defensa de Tina. Se me encargó indagar sobre los hechos verdaderos que estaban detrás del asesinato de Mella. Con la ayuda de varios amigos fui capaz de establecer que el asesino de Julio Mella había sido un pistolero cubano pagado por el gobierno de Machado, enviado por el jefe de sus servicios secretos expresamente para cometer el crimen. Mi evidencia, presentada en el tribunal, dejaba de lado la red de especulaciones en que se basaban para cerrar la trampa sobre Tina. El detective a cargo de la investigación se vio obligado a renunciar. El gobierno cubano envuelto en la intriga fue oficialmente desenmascarado y al embajador cubano se le dio el plazo de un año para abandonar el país.
Esta fue mi última misión con el Partido. Antes de que el año terminara, fui expulsado de él.”

La lectura entre líneas de este fragmento me da a entender que, al momento de ser entrevistado para la “autobiografía”, Rivera no sentía especial simpatía por Julio Mella. De él habla poco y no destaca ninguna virtud, aunque Mella luego fuera convertido por los comunistas latinoamericanos en un “pionero” y en un “mártir de la Revolución”. Rivera comienza el capítulo resaltando su propio coraje al retar e insultar al Presidente Calles, y luego destaca que él ha seguido vivo y pintando (en cambio, Mella fue asesinado). Por otra parte, la protagonista del capítulo parece ser Tina Modotti, la femme fatale salvada de las garras del dictador Calles por la habilidad del propio Rivera. El pintor hace ver que según las presunciones del fiscal Tina Modotti estaba cansada de Mella, e inmediatamente recuerda que la fotógrafa fue su amante, y la causa última de su divorcio, antes de que él partiera a Rusia.
Entre las líneas de las entrelíneas siento que Rivera intenta convencernos de que Tina Modotti se acercó a Mella sólo porque él se fue de México, aunque quizá con esto ya estoy exagerando. En todo caso, sí creo que se percibe cierta rivalidad de Rivera hacia Mella; y esto, justamente, desde mi punto de vista, justifica el capítulo: en realidad, Tina Modotti prefirió a Mella antes que a Rivera, y éste aprovecha para atacar. Cuando el muralista volvió de Rusia, Modotti siguió con el cubano; había perdido el interés por Rivera, y fue sólo después del asesinato y de los buenos oficios que Rivera puso para salvarla de la cárcel, que la italiana aceptó otra vez la intimidad del pintor.
Desde mi lectura, el capítulo es una muestra del resentimiento que Diego Rivera sentía hacia Julio Mella. Si, como dice la estudiante mexicana, en París hubo una relación de amistad entre los dos hombres, este resentimiento parece casi natural. Rivera ya tenía antecedentes de problemas con amigos que le habían quitado a “sus mujeres”; el peor de todos, Pablo Picasso. Pero Rivera veía a Picasso como un maestro, como el genio de éxito y el inventor del cubismo, una doctrina a la que se apuntó durante varios años; cuando Rivera habla de Picasso se siente una posición de discreta sumisión. En cambio, Mella era casi veinte años menor que Rivera. Tina Modotti se encontraba entre ambos hombres, también en edad. Si Modotti prefería a Mella estaba claro que era, entre otras cosas, por ese aspecto que Rivera nunca iba a poder mejorar: su físico. Rivera jamás fue un hombre atractivo, Picasso y Mella sí lo eran.